No tengo aún la sabiduría de una anciana, sin embargo, a mis cincuenta y tantos, reconozco unas cuántas experiencias que me han hecho ver y sentir la vida desde otro lugar.

Si yo tuviera 30 años con lo que sé ahora, tal vez, y sólo tal vez, mi vida hubiese sido más consciente, mis decisiones más acertadas para mí y no habría pasado tanto tiempo para decidirme a desarrollar mi pasión volcada en mi trabajo, entre tantas cosas.

Algunos maestros dicen que todo lo que has vivido en el pasado es lo que te ha traído a vivir el presente, y que nada podría ser cambiado, ya que el alma elige cada circunstancia para aprender y evolucionar.

De todas maneras, me parece interesante hacerme la pregunta:

Si tuviera 30 años… ¿Qué cambiaría sabiendo lo que sé?

1. El tiempo es algo efímero y hasta los 50 no me di cuenta cuánto tiempo perdí haciendo cosas sin resultado y tratando de encontrar un lugar en el mundo, por eso,  aprovecharía gran parte de las 24 horas para aprender sobre mí, en autoconocimiento, en reconocer qué es lo que de verdad me mueve y poner todas las fichas a esa actividad.

2. Callaría más veces. Mi fuerte carácter me comió por dentro. El querer tener siempre la razón o demostrar mi verdad, nunca me condujo a la satisfacción, por el contrario, se me cerraron muchas puertas. La asertividad es algo que hubiese deseado conocer, para hacer respetar mi posición con inteligencia y no con hormonas. Hay que aprender a marcharse a tiempo en las discusiones. Mi frase aquí es: ¿Qué prefieres tener razón o ser feliz?

3. Tomaría las decisiones con el corazón, desde el amor hacia mí y no desde el miedo, cosa que hice gran parte de mis días. Aceptar que cada día de mi vida tengo que elegir, mientras antes aprenda a hacerlo, menos tensión me va a generar.

4. Las prisas, la presión y el último momento no son buenos aliados, te quitan la lucidez, es la que te ayuda a tomar buenas decisiones. Esa presión surgía de la necesidad de agradar a alguien, dejándome de lado. Recuperarme a los 50 no está mal, pero mejor a los 30.

5. El orgullo se llevó mucho tiempo que podría haber aprovechado mejor con algunas personas, es un sentimiento dañino. Aprender a pedir perdón, no desde la culpa, sino desde la responsabilidad, es algo que a los 50 me liberó.

6. Viajaría mucho, no sólo para conocer sino para comprender a otras culturas, acercarme a ellas y aportar mi valor.

7. Las estructuras no son buenas compañías. Tenemos vidas estructuradas, basadas en creencias que limitan nuestra capacidad de asombro. Una vida así me hizo sentir como estar con una faja apretada que no me dejaba respirar. No tengo que hacer aquello que se considera “normal”; la libertad de pensamiento, de sentir y de acción debería ser lo normal, romper con esas estructuras te acerca a tu verdadero yo.

8. No me quedaría en trabajos o situaciones o con personas que no me aportan nada, que no me suman o que no me ayudan a evolucionar, aunque sean conocidos o familia. No me quedaría en lugares donde no se me valora.

9. Vivir en el presente. Es lo único certero. Puedo poner metas pero sin obsesionarme, y menos conseguir esa meta para demostrar algo a alguien.

10. Ahora sé que puedo conseguir todo lo que desee, que puedo crear mi vida, tomar mis decisiones. Creer en mí, es algo que me llevó muchos años hacerlo y me quedé con la sensación que podría haber hecho mucho más.

11. No existen problemas, existen situaciones a resolver, aplicando la siguiente pregunta: ¿Qué me diría mi yo del futuro en un momento como éste?

Disfrutar, sentir más, escuchar a mi cuerpo, conocer, viajar, aprender, escribir, perdonar, soltar, salir del juicio y la etiqueta que condiciona, abrazar, besar, salir de la rutina, romper y cuestionar las estructuras…

Amar lo que Es. Amar este momento, respirarlo, sentirlo. Imaginar cómo quiero verme en el futuro me ayudará a tomar mejores decisiones hoy. Ésa es una regla que siempre aplica, a cualquier edad.

No me arrepiento de la vida que he vivido porque sé que lo mejor aún está por llegar.

Con amor de mi Yo de 50 a tu Yo de 30.